El mate
El origen de la yerba mate y su utilización se cuenta por siglos, y en sus principios se mezclan historia y leyenda.
Se dice que los indios ya la consumían, el nombre entre ellos era "caa-mate", palabra que se logra sumando un vocablo guaraní que con uno aparentemente quechua, como era "matí". "Caa" en guaraní significa yerba y "matí", de donde habría derivado "mate", es voz que en quechua denomina a una pequeña calabaza donde se bebía (bebe) la infusión. Apenas cien años después del descubrimiento de América, se adjudica a Hernando Arias de Saavedra - Hernandarias -, en 1592, el descubrimiento del uso de las hojas de yerba.
Según estos relatos, los indios que hostilizaban a los españoles llevaban, junto con sus armas, unos pequeños sacos de cuero excepcionalmente curtidos, conocidos como "gauyacas" en los que guardaban yerba mate semi molida y algo tostada, que acostumbraban tostar en sus largas andanzas o, adicionándole agua, la sorbían con pequeños canutos pulidos y secos, elaborados con cañas.
Algunas de estas narraciones, reflejan con extraordinaria fidelidad rasgos esenciales del medio y del ambiente, y cuánto significaba el mate para el mismo. Juan Parish y Guillermo P. Robertson, en su relato "El Vivac"(1815), expresan: "La primera distracción del gaucho, después de cumplido su afanoso trabajo, es el mate. De manera que, tan pronto como terminaban sus tareas, salían a relucir las rústicas y abolladas calderitas y enseguida podía verse a los hombres llenando los mates y chupando las bombillas, mientras caminaban a paso lento o bien permanecían sentados junto al fuego sobre una cabeza de vaca y fumando cigarrillos de papel. Era el preludio de la cena más suculenta que pueda imaginarse: sobre los fuegos, y ensartados en largas estacas de madera o en brochetas de hierro, inclinadas se veía una media docena de asados compuestos de las mejores partes del animal; el olorcillo de la carne asada, llenando el aire, abría cada vez más el apetito. Una vez todo en calma, los hombres cubiertos con sus ponchos rodeaban los fogones y seguían fumando cigarrillos y tomando mate".
Esa costumbre de inveterada cortesía del gaucho de antaño, subsiste todavía en el paisano actual: ofrece el mate y se toca el sombrero en un gesto de respetuosa deferencia hacia el invitado.
Forma parte de esa educación innata del hombre de campo, quizá por su alejamiento de los centros poblados y no estar sometido a las tensiones y modalidades de convivencia de los habitantes de las urbes importantes.
Identificado con la tradición y pueblo argentino, el mate se transforma, al margen de su carácter alimentario, en una verdadera simbología representativa, que en muchos casos todavía se sigue manteniendo, en particular en zonas alejadas del interior del país.
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